miércoles, 8 de abril de 2009

carta de Susana Ure

Intervención en Mar del Plata el 21-III-09 de Susana Ure, viuda del compañero Hugo Kein, asesinado en esa ciudad por las AAA, en el acto de instalación del monolito en memoria de los muertos y desaparecidos por las AAA y la dictadura militar.


Al Flaco Kein y todos los compañeros asesinados por la triple A
en Mar del Plata a 34 años de su muerte.
Rendición de cuentas.

En lugar de rendir un homenaje quiero rendirles cuentas. Para hacer esto voy a rescatar una forma que aprendí con mis compañeros y que fue una práctica generalizada de construcción política en la militancia: el ejercicio de la crítica y la autocrítica.
Cada vez que se reflexionaba sobre las acciones que se emprendían, se hacía una ronda de compañeros donde cada uno marcaba errores de los otros y reconocía los suyos. En un clima fraternal y de respeto, porque se criticaba para mejorar no para destruir. Era parte fundamental del aprendizaje. Más de una vez el compañero debía hacer su autocrítica por escrito y la reflexión se volvía más profunda. Debía ser sincera, auténtica.
Esta práctica, tan necesaria para enriquecer el pensamiento crítico, para crecer con autonomía, ha desaparecido de la política, cuando debería ser algo constitutivo de la misma. Hoy la crítica es tomada desde la lógica amigo-enemigo y en su lugar aparece la obsecuencia, que no es un invento actual y también existía antes, pero era repudiada como algo que no servía para construir. La autocrítica también desapareció de la práctica política, ya que esta se nutre mayoritariamente de roscas, favores y negocios. Si el mundo es de los ganadores exitosos no hay que mostrar debilidades. Así cuando las cosas salen mal, la culpa siempre la tienen los otros.
Por esto queridos compañeros yo hoy quiero hacer una crítica y una autocrítica para rendirles cuentas de lo que hicimos en todos estos años que ustedes no están con nosotros.
Sus muertes anticiparon todo el dolor y el espanto, la injusticia y la miseria que se nos vino encima. La destrucción sistemática del país del pleno empleo y el estado como garante de los derechos universales de todos sus ciudadanos, para instalar un modelo económico social y político que ustedes no pueden imaginar: un país 100 veces peor que aquel que queríamos cambiar. Fue un proceso largo que se inició con el golpe gorila del 55, se perfeccionó a sangre y fuego con la dictadura del 76 y culminó y se consolidó con la democracia.
Algunos antes y otros después, todos nosotros debimos asumir la derrota: ver que la situación había cambiado y comprender que se abría un nuevo y largo período de expansión del capitalismo llamado globalización, que es el eufemismo con el que el imperialismo criminal hegemonizado por EEUU provoca la muerte por hambre de millones de personas en el mundo, destruye el planeta, derrocha y lleva al límite del agotamiento los recursos naturales, doblegando los estados nacionales para ponerlos a favor de sus negocios y estableciendo una nueva dictadura mundial: la del libre comercio. La reorganización brutal que se hizo del trabajo fue a escala planetaria. No fue solo material, sino lo que es peor, fue política y cultural generando cambios significativos en las organizaciones populares y en la disposición de lucha de los trabajadores.
En estas condiciones se desarrolló nuestra democracia, a través de una retórica que ha calado mucho en nuestro lenguaje, que no nació del seno del movimiento popular y que sirve para encubrir las verdaderas relaciones de explotación y dependencia. De esta manera nos ponemos a luchar no contra el sistema, sino contra sus resultados más perversos que solo sirven para atenuar y paliar la pobreza. Esta retórica propia del “fundamentalismo democrático” según expresión de Gabriel García Márquez, se empezó a difundir en los 90 y algunos de sus términos son emblemas ideológicos del neoliberalismo. En cada país surgieron los teóricos de “la transición democrática, las elecciones, la gestión estratégica de lo público, la gobernabilidad, el liderazgo”. En nuestro país también están estos intelectuales y politólogos que salen de nuestras filas, porque este lenguaje ideológico no caló en la derecha sino en los sectores progresistas y de izquierda.
Entre ellos se destacan “elecciones libres” (como el máximo ejercicio de la democracia), “sociedad civil” (reservorio moral ante un estado corrupto donde vale lo mismo para ser de la sociedad civil un comedor comunitario que los amigos del museo de Amalita Fortabat), “ciudadanía” ( un ciudadano obediente, no crítico y pasivo que pueda asumir alguna forma de control administrativo sobre el estado), “la igualdad de oportunidades” (que reconoce las diferencias pero no las desigualdades) y también “los derechos humanos” (que se ocupa solo de las violaciones políticas: torturas, detenciones, asesinatos y persecuciones, sin ningún reconocimiento a los derechos económicos, sociales y culturales que generan millones de desempleados en el mundo, millones que mueren en accidentes laborales, el trabajo esclavo de niños y mujeres, la contaminación de mares, los miles de niños que mueren de hambre o enfermedades curables). Todo un lenguaje antipolítico.
La política pasó también a ser una mercancía que se fabrica, se vende, se compra y se consume. ¿En que contribuimos nosotros? tenemos alguna responsabilidad en lo que está pasando? Lo denunciamos? nos rebelamos? desobedecemos? buscamos alternativas? nos juntamos con otros? nos organizamos?
Reconocer esto como una gran derrota del campo nacional y popular en nuestro país y en el tercer mundo, llevó a muchos compañeros a desmoralizarse y esto quiere decir a creer que es un proceso irreversible contra el cual nada puede hacerse. Entonces mejor dedicarse a hacer negocios, o a vivir de la política aceptando las reglas de juego corruptas que se instalaron. No creer más en la utopía. Muchos llegaron a ser funcionarios o legisladores o empresarios, setentistas sí, pero por una cuestión generacional y no por el verdadero sentido de ser setentista que significa identidad revolucionaria, transformadora, rebelde, solidaria, de pensamiento creador, donde las manos, el corazón y la cabeza caminan en la misma dirección, en la construcción de un mundo mejor que nos merecemos todos los argentinos.
Pero hubo otros compañeros que asumieron la derrota sin desmoralizarse. Y esto quiere decir que siguen creyendo en los sueños que soñamos con ustedes, que no perdieron la capacidad de indignarse ante la opresión y no cedieron en el esfuerzo por combatirla. Claro que hubo que modificar las acciones y los métodos, en pequeñas cosas cotidianas, nada espectaculares, más bien humildes y sencillas, apostando a resultados a largo plazo.
Como dice Ernesto Cardenal “somos soldados derrotados de una causa invencible”.
Una manifestación de la derrota es que no podemos encontrar el camino de la unidad y nos seguimos dividiendo y separando entre nosotros. Somos en lo político la expresión de la fragmentación social y a pesar de pertenecer a un todo, no tenemos capacidad para juntar los pedazos. Parecemos una colcha de retazos viejos. Nos olvidamos de sumar y multiplicar, solo sabemos restar y dividir.
El tiempo con la tecnología de hoy es solo presente, tiempo real- ilusorio virtual intrascendente. La memoria del pasado en cambio, es un arma cargada de futuro. Recordarlos a ustedes, revivir esas épocas, no renunciar a los valores que nos guiaban, sabernos herederos de luchas más antiguas, ser solidarios, estar atentos y en guardia contra la absurda imagen del mundo que se nos muestra y las falsas promesas empleadas para justificar la necesidad criminal de vender y la insaciable necesidad de consumir. Volver a tener esperanza.
“En los tiempos sombríos ¿se cantará también? también se cantará en los tiempos sombríos.” Para el Flaco, perdón por no poder ser mejor. Susana Ure. 21 de marzo de 2009.

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